miércoles, 13 de mayo de 2015

Reflexiones de alcoba

Qué curiosa es la vida… tengo trece semanas de embarazo y creo que lo que sucede en mi vientre todo el tiempo no es sino magia, una magia que no viene del amor o el desamor entre mi ahora otra vez novio, antes exnovio, pero aún exprometido y yo, sino de dos entes microscópicos y desconocidos incapaces de amar o de odiar, que un día simplemente se encontraron. Puedo decir con certeza que la idea de conocer pronto a bebé nos hace felices, quizá hasta sea un motivo que nos une más. Bebé ocupa gran parte de mis pensamientos e imagino montones de cosas y atravieso montones de miedos y acumulo montones de dudas… No puedo negar que aún hay días en que quiero arrepentirme.

Pero regreso al punto de la curiosidad de la vida: he de decir que este simpático chico a quien elegí como papá de bebé ha sido de quien me he acompañado en las etapas, digamos, más importantes de una relación: nos conocimos, nos cachondeamos, nos enamoramos y tras invertir demasiado tiempo juntos, decidimos por fin amueblar un mismo hogar y planear una boda. Después, la historia es un tropiezo constante que llega hasta acá no sin pasar por todos los sentimientos y emociones existentes… El caso es que lo curioso radica en que este simpático personaje tatuado que elegí no es con quien he vivido más aventuras, viajado más, descubierto más, reído más, experimentado más, alcoholizado más, planeado más. Tampoco con quien he hecho pininos porno amateur o con quien he tenido más juegos eróticos o a quien me he cogido más en lugares prohibidos; no es él con quien conocí los hoteles de paso ni con quien me encerraba una semana entera por pura calentura, no es con él con quien más adrenalina he segregado. Debo confesar, incluso, que no es él a quien llamo 'amor de mi vida' o a quien he admirado más, y sin embargo, a pesar de sonar a contradicción, debo decir que sí es él quien ha sido mi mejor compañero de viaje.
Sophia's Bubble de Mark Ryden

lunes, 16 de junio de 2014

Te vi

Siempre que imaginé la remota posibilidad de que nuestros pasos coincidieran en algún rincón de la ciudad, pensé también en las palabras que habría para la ocasión. Ensayé tantas veces un "¡Hubi!" sorprendido, emocionado, sonriente, porque "sabía" que la emoción sería mutua, multiplicada, alumbrada por no sé qué luz celestial que señalaría nuestra alegría, nuestro "amor eterno" como lo nombramos tantas veces. Estaba segura de que sonreiríamos en el momento en que nuestras miradas se reconocieran, que nos daríamos el abrazo que estaba en deuda, no sé, que en un breve instante nos agradeceríamos por ser tan buenos compañeros de viaje cuando nos tocó viajar en el mismo tren... Pero no pasó. Reconocí tu silueta a lo lejos, como cuando la reconocía entre las sombras que salían por el pasillo de la facultad. Reconocí ese cabello tuyo que siempre acaricié con envidia y dulzura. Reconocí tu andar. Sonreí cuando nuestras miradas se encontraron. Levanté la mano para saludarte, pero no obtuve respuesta. Diste vuelta y entraste a la única tienda de discos del lugar. Cubetada de agua fría, vergüenza, confusión, tristeza, nudo en la garganta.

martes, 1 de enero de 2013

Recuento del año viejo

  1. La casa llena de sonrisas, karaokes, arrumacos, indecisiones, series gringas, vasos rotos y mudanzas.
  2. El mar que trae entre la espuma nuevas caras y alegrías.
  3. El trabajo interminable que crece y crece, pero que aunque agotador, también satisfactorio.
  4. El encuentro del rincón ideal. 
  5. Los labios hallados que además de besar, charlan, provocan carcajadas y promulgan la domesticación quedita.
  6. Las aventuras de este terco corazón que me tocó.
  7. La música como soundtrack de un camino nuevo.
  8. La decepción de hallarlo y no ser correspondida porque el universo olvidó conspirar a mi favor.
  9. Las certezas volcadas en angustias.
  10. Los planes de mandar todo a volar.
  11. Las confesiones que sorprenden, que hacen sonreír, que preocupan, que incomodan.
  12. Los reencuentros.
  13. Los viajes físicos y químicos.
  14. Los tequilas, mezcales y rones traicioneros.
  15. Los descubrimientos gastronómicos.
  16. El ahijado.
  17. Los paseos sobre ruedas.


jueves, 10 de mayo de 2012

El amor no es eterno, nos mintieron


Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar:
que está borracho y que está enamorado.
- Antífanes


14.02.10

"El beso" de Constantin Brancusi, 1907.
Flores, globos de corazón, serenata, ojos de borrego, medias horas de espera en el lobby del motel, bares, cenas románticas, love stores a reventar: Es 14 de febrero, cuando el amor es rojo, kitsch, chillante; hipérbole del corazón: pétalos de rosa, copas de vino, media luz y chocolate. Así  nos lo pintaron. Arréglate, perfúmate, sonríe como idiota, ponte nervioso, susurra miel, finge: es el amor de tu vida. Regocíjate con este amor eterno, cuando menos hoy, porque el gusto dura poco (poquitito). Disfrázate de cursilería, de rojo, de versos pegajosos, de clichés y gózalo, porque la pila de ese amor dura 18 o 30 meses (¡!), por mucho. No es eterno, tiene caducidad.
Disculpa si te lo digo. ¿Recuerdas aquél roce que te hizo vibrar? No era más que la feniletilamina (¡ja!): invadió tu cerebro; te enfermó. Sí, estás enamorado, es “imbecilidad transitoria”, como diría Ortega y Gasset. Te sentías vigoroso, pudiente, excitado, triunfador. Lástima, es efímero. Tu cuerpo es sabio, pronto creará defensas contra el “mal de amor” y sí, jamás volverás a sentirlo con tanta intensidad. Pensaste que valía la pena, pero sólo fue el efecto de la norepinefrina, de la endorfina y a la vez, de tus bajos niveles de serotonina. Querías construir una historia inédita, segura y duradera, más allá de aquel placer momentáneo; también es pasajero, producto de la oxitocina y vasopresina que te invaden. Y lo peor: El amor es adictivo. Sentirás obsesión, frustración al no aprehenderla, celos, insatisfacción, desesperación, tal vez hasta odio.  Olvídalo, el amor no es eterno. Nos mintieron. Pero claro, si es tu gusto, pasa por ella a las 7, llévala a cenar al Le Cirque, invítala a hacer fila en un motel y lleva preparados muchos chocolates que también tienen todas las –inas anteriores y más: serán la medicina ideal para cuando ya no estén juntos.  Tal vez llegue el momento en que ambos prefieran disfrutar del chocolate amargo en lugar de acompañarse a vivir una historia de amor.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sueño de sombra y duda

¿Y si viene, o está en la puerta, casi tocando el timbre para entrar? Yo mientras espero, escucho a Joaquín, leo un poco, planeo y sueño con charlas lejanas. Pienso en qué será de mí si arreglo esos asuntos pendientes. Aseguro que, si es que persisten, esperan respuestas, conversaciones, sonrisas. Reflexiono y pienso en si las dudas que antes estaban tan ansiosas por resolverse no se han convertido en costumbre... si incluso la nostalgia se ha vuelto rutina. Y está bien, retomo las fuerzas y pongo las cartas sobre la mesa para realizar esa larga lista de interrogaciones; le echo más leña al fuego del recuerdo sonriente y entonces concluyo que sí, que vale la pena. Y no vendrán ni el "pero", ni el "para qué", ni el "mejor así". Me despido de esta indecisión  tan cotidiana en mí que me hacía dar un paso y luego retroceder. Deshago mis nubes. Duermo, y en el país de los sueños, resuelvo el encuentro: Caminando por largos pasillos, acompañada de mi amiga, lo descubro entre la multitud. Quiero ser discreta e indicarle a mi acompañante que ahí está, que es él, pero su mirada me encuentra y se alegra (es un sueño, comprendan). Camina hacia mí, me dice hola (por primera vez), me abraza apretando la mochila en mi espalda. Charla. Risas. Frente a él está su cita de cabellera oxigenada y revuelta que no tiene más que sombra en el gesto, como muyin. Me voy. 

viernes, 7 de octubre de 2011

Soñé que era flaneur

"Caminante" de Andreu Buenafuente, 2008
El camino que va de la fábrica de aprendizajes a la rutina del hogar se construye con la cadencia de los pasos, los toc-toc que suenan como balas en la acera, pero acá, en lengua cursi  y con destellos de alegría. Son muy parecidos a los latidos de la ciudad, esos que se hallan en el Centro Histórico debajo de la sombra abanderada, frente a las librerías de viejo; sobre las cartas de Santo Domingo o debajo del brincoteo que las multitudes cantan con sus prisas. No todos sabemos deambular como se debe, así, respetando las implicaciones de perderse y angustiarse, o de encontrarse y saborear los nuevos descubrimientos. Además, bien creo -a últimas fechas- que no sólo uno busca los caminos, sino que es un acto de ida y vuelta; que ellos, también, con sus necesidades te aclaman y terminan por encontrarte cualquier tarde, casi en el justo momento en el que, ambos, comenzaban a inventarse nombres. De ese modo, casualmente previsto, les dices cómo te han de invocar, mientras ellos adivinan tu estela y concluyen el porqué de ese encuentro. Cuestión de murmullos, quizá, de telepatías, presentimientos, investigaciones coincididas o suspiros... Sin duda, tras andar exprimiéndose hasta la última sorpresa, ese camino que de primera instancia fue el cofre de tesoros recién descubiertos, un día se hace recuerdo o nostalgia o coraje o felicidad u orgullo... Y, ambos, al unísono otra vez, buscarán con urgencia otros encuentros, no sin definirse como veredas sonrientes, musicales o ingeniosas, que ya son imprescindibles por tanto recorrer. 
     

miércoles, 13 de julio de 2011

Mujer carcajada


Salimos del Carlos Lazo, apuradas para llegar a Historia de las culturas. Habíamos visto una película, de esas que durante muchas tardes acostumbramos mirar acompañadas. Nos urgía llegar a la clase porque no teníamos más cartuchos-faltas por quemar, así que abrió su sombrilla y me albergó debajo de ella; pero el trayecto entre la Facultad de Arquitectura a la Biblioteca Central fue cruel, pues la que era lluvia túpida pero inofensiva se convirtió en una enorme cubetada de agua que de un solo golpe nos empapó. Así que entramos al salón tarde, sin merecernos la asistencia, escurriendo la que para entonces ya era agua helada. Sin embargo, siempre que recuerdo ese momento, me alegra saber que aquella chica era  desde entonces mi compañera de viaje:
Ella es la mujer carcajada, la sincera, la aventurera, la intensa, la que complementa sabiamente con refranes de la abuela. No tengo claro cuándo comenzamos a esperarnos para salir juntas del salón, ni cómo decidíamos seguirnos los pasos a comprar un dulce o un cigarro, sólo sé que junto a ella descubrí los primeros resquicios de mi segundo hogar, e incluso, compartí en charlas , los primeros besos universitarios. Fue consuelo de mis desamores y oído para los problemas familiares. También fue compañera de desveladas y estudio. Y sin duda, de carcajadas y fiestas de la Universidad. Le debo un mejor amigo, una deliciosa torta de frijoles y plátano macho, una antología comentada de romances, muchas cervezas universitarias, el prodigio de sentir la piel de gallina al cantar un Goya tras la presentación de su coro, y desde luego, el orgullo de saberla mi amiga, mi verdadera amiga, que aunque durante algunos años nos mantuvimos lejos, el día de mi cumpleaños 26 (sí, ese de la botella de tequila en la cocina y del choque en Mixcoac), me recibió de vuelta con los brazos abiertos.
      Ahora ya pasaron 10 años desde aquellos tiempos, toda una década de confidencias y si hoy escribo no es nada más porque le debía estas letras, sino porque es hoy día de felicitarla, pues cumple años. Y yo, desde la poco usada mesa de mi nueva casa, le dedico las breves y pobres líneas anteriores en compensación por no poder darle un fuerte abrazo justo en este momento. 
      Allyn, qué bien se siente viajar contigo un cumpleaños más. ¡Te amo, amiga!