lunes, 28 de diciembre de 2009

Los abrazos rotos



Un hombre escribe, vive y ama en la oscuridad. Catorce años antes sufrió un brutal accidente de coche en la isla de Lanzarote. En el accidente no sólo perdió la vista, también perdió a Lena, la mujer de su vida. [...] Esta historia está dominada por la fatalidad, los celos, el abuso de poder, la traición y el complejo de culpa.
Dramático, escandaloso, a veces hasta grosero, impúdico, intrigoso, común, paisajoso, cursi tal vez... este filme de Almodóvar que lleva por título Los abrazos rotos esboza al amor utópico, al que es y será en el recuerdo y la nostalgia. La ceguera de Harry Caine (antes Mateo Blanco) es la muestra de que las imágenes de la memoria pueden ser más contundentes aún que la realidad del presente, pues gracias a sus evocaciones del pasado, se reconstruye la historia de Lena, mejorada quizá a partir de las nubes del recuerdo, tornándola hermosa y prototípica.
Recomendable si no están cansados de ver a Penélope Cruz como protagonista. No es la mejor de las películas, tampoco es la peor, aunque por lo menos para ésta, su humilde servidora, es trascendente por el contexto del día en que la vi.

sábado, 26 de diciembre de 2009

En casa ajena lo aprendí

Desde hace algunos ayeres me institucionalicé para preparar en casa el tan tradicional bacalao, la verdad es que lo mismo me da si lo cocino o no, lo que me apetece más es hacerlo en buena compañía. Cansado es, se ejercita harto el brazo, pero más el corazón. Las charlas, las prisas, los antojos están a la orden. Las visitas fraternales van y vienen degustándose con los olores, los chistes, la música que de pronto se escucha, las delicias en palabras, las gracias del sobrino. Mientras los romeros se limpian, el lomo se marina y el mole ebulle, Mima y yo dedicamos gran parte del tiempo a recorrer los secretos y componer murmuraciones y habladurías. Tal vez nuestras fuerzas decaigan con la puesta de sol, pero el ánimo del festín nos da pequeñas dosis de energía. Lo cierto es que detesto la Navidad porque las calles se llenan de hombres hormiga, pero a mí qué me importa si por fin puedo pasar tiempo encerrada en casa desmenuzando risas y condimentando los días. En fin, para concluir sólo me resta confesar que aprendí a gozar de todo este convivio en casa ajena, por allá en las barrancas y de la mano de un imprescindible.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

...


Ésta es la historia de dos
.
que en un pasillo se encontraron
.
.
y se enamoraron.
. . .
Fin

martes, 22 de diciembre de 2009

Adjetivos para el 2009

El 2009 fue llorón, carcajeante, friolento, nostálgico, deprimido, reflexivo, sonriente, novedoso, viejo, recreativo, paseante, explorativo, observador, estático, desesperante, repetitivo, controlador, desorganizado, valiente, aventurero, horrorizado, solitario, tajante, alejador, enojón, equivocado, amoroso, decepcionante, enorgullecedor, musical, literario, infantil, importante, conocedor, esbozado, celoso, borracho, gritador, ahorrador, dormilón, chic, bailador, canta'or, ejercitado, dietístico, encerrado, impotente, cibernético, amistoso, metiche, chismoso, imponente, dadivoso, comelón, somnoliento, enfermizo, exhaustivo, trabajador, inventivo, coqueto, escalofriante, madrugueador, viajero, burlón, sarcástico, serio, propio, educativo, aprendiz, familiar, sabio, escritor, festivo, vendedor, charlador, sociable, buscador, risueño, palomero, mágico, escalofriante, cachondo, asoleado, desvelado, consumista, investigador, inspirado, refranero, visitante... y a últimas fechas: paciente, esperanzador, enamorado.
Sería un error decir que unos se fueron y otros llegaron, simplemente porque en este año los que ya estaban agrandaron su permanencia, se hicieron más significativos y por ello se convirtieron en imprescindibles gracias a las historias que hemos recopilado juntos durante tanto tiempo. He de mencionar que a los recién llegados son enteramente bienvenidos, sobre todo un desaparecido que a veces se me pierde. ¡Felices fiestas!

lunes, 14 de diciembre de 2009

No son Matías y su acompañante, son otros

Moneda no. 2: Apenas las 2:30, comida corrida con la fría. Significa todo. Ha pasado una semana tediosa, odiosa, lastimera (quizá), yo no lo sé de cierto, lo supongo. Pero estar ahí es el nivel más alto, más significativo. Beben y beben y vuelven a beber: Gracielas, caballitos, limón y sal, cacahuates, meseros bonachones. De repente una mentada de madre despide al trajeado. Risas, muchas risas. Más tequila. –¡Toques!– la verdad es que nunca los había pedido y se siente de la chingada. Risas, muchas risas y más besos y demasiadas miradas revueltas, mareadas, felices. Las horas pasan, los caballitos se consumen, los limones van y vienen, el mesero los mira preocupado y pregunta –¿no quieren comer otra vez? Una cámara de video entrevista a los emborrachados, embelesados, enamorados. Estamos embebidos, admirados, carcajeantes, parlanchines, sabios. El mundo grita allá afuera las ofertas de “Roberto”, las de la calle emplasticada, la falluquera, la barata, la estorbosa. El local se llena de murmullos, de vociferaciones, de música, de cantineros. Las mesas se limpian, se salpican, se enmoronan, se vacían. Ya es hora (otra vez), pero en esta ocasión, el amor de tu vida te acompaña. Demasiado tequila. Las luces se apagan una a una. –Esperen, voy al baño (antes de cerrar). Los cantineros-meseros ahora son empleados nocturnos que van camino a casa y esperan a que tú salgas del baño de minimosaicos. Muchas gracias, buenas noches. Un lujo y un honor. La cabeza da vueltas, muchas, pero Licenciado Verdad arroja los antojos. Hay una fiesta, ¿entramos? Mejor los rojos, labios rojos, y me pierdo sin dudar. Arrodillada, besa, ensaliva, sonríe. El consejo de partir a otro lado llega. Caminan y encuentran el Hotel Moneda. Es tarde y han entrado a un hostal. No importa, el chiste es pasar la noche (o lo que queda). –Abre las cortinas, quiero que nos vean. El sudor, las prendas arrugadas, la mirada perdida, el vómito rojo que interrumpe el manoseo. Qué mas da, ha sido un día largo, no cualquier día largo, un día largo y memorable. La madrugada toca la ventana. Un atole de la esquina está bien para mitigar la cruda. Caminamos hasta aquél estacionamiento de 20 la hora, carísimo, lejísimos de aquí.  –¿Qué hacemos, no hay nadie? Me abriste la puerta, encendiste el amarillo, avanzaste despacito, miramos a todos lados, teníamos ganas de pagar y salimos de ahí sin poner un solo peso y qué mejor, porque ya no traíamos nada en la cartera.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Matías

Matías camina con su ingenuo gesto de yotodolocompro; enaltecido, entusiasmado y envalentonado por el fajo de billetes que embultece su bolsillo.  Llega a las puertas de la cantina, la que está en Moneda, ¿cómo se llama? Se detiene y mira nervioso los botines azul turquesa de su cita.  Pantalón punk de mezclilla (mala elección, piensa) y halter salpicado de lunares blancos, de diminutas lunas. Entran al lugar empujando como siameses las puertas que con su vaivén les dan la obligada bienvenida.  Una ronda de cerveza clara; una de cubitas, porque están baratas; una de tequila, otra más de lo mismo, otra y otra hasta perder la cuenta.  Sonrisas, carcajadas, abrazos, susurros. Nunca cambian los temas, ni los chistes, ni nada.  Todos los clientes son iguales, la única diferencia es la fuerza con que aprietan su cintura. Los que entierran los dedos y niegan una mínima separación de cuerpos son peligrosos.  A ellos hay que emborracharlos antes de que den las siete, para llegar a tiempo con el novio, no por otra cosa. Con ellos se entablan amistades eternas de tres horas, les abre el corazón con historias inventadas, los mira con ojos sensatos y les sonríe sin lascivia, más bien con confianza.  Pobres de ellos que tantas ganas traían de cogérsela y terminaron encontrando a su mejor amiga (a la que nunca más podrán encontrar aunque algún día se la topen en la calle). Matías es buen cliente, su mal pulso la conmueve enteramente; le pone la piel de gallina.  Imagina que sus labios hinchados y húmedos le dicen tonterías que la sonrojan pudorosamente. Quiere morderlos y reventarlos.  Pide la cuenta, ya es hora.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Mientras tosía

La tos a todo dar y la fiebre, ni qué decir, de sábado a miércoles de puro calenturienta, pero la aburrición, esa sí que ya no me la aguanté. Tons que pido la recomendación de una peli. -Celda 211, es española-. -¿Recomendable?-... -Sí. Total, después de un rato la encontré en un blo' y la waché, no mucho qué decir, pero algo:
Es la historia de un wey (Juan Oliver, interpretado por el tiernísimo Alberto Ammann) que muy ñoñamente acude a su próximo empleo en la cárcel un día antes de su primer día, que para dar "buena impresión". En esas anda cuando los reos arman su motín y se rebelan. Al pobre ñoño le cae una piedrota en la cabeza, sus "compañeros" lo abandonan en la celda 211 y su aventura comienza. Cagada está la cosa, porque ningún reo lo conoce, pero el mero mero jefe (un pelón muy malo y muy sexy: Malamadre en ficción, Luis Tosar en la vida real), después de medio burlarse de él y medio enterarse de quién es "asegún", lo escucha y sigue sus consejos. Justo fue ahí donde la cosa empezó a ya no gustarme. (no mucho después del principio). La tensión iba bien, pero cómo les iba a creer semejante pen... Y es que primero pensé: 'Ora sí se va a poner buena la cosa, seguro torturan al pobre Juanito, pero luego, conforme vi avanzar el cronómetro nomás pensaba: A ver, a ver, cómo está esto. Malamadre, planeaste mucho tiempo tu motín y en un ratito te dejas ningunear por un desconocido que además se llama Juan?!! (porque bien pudieron pensar en un nombre más original, no?). No es coherente con el personaje, un tipo tan malo (y tan sexy) no puede ser tan wey. Para colmo, los errores que propician el conflicto de la trama son tontos, predecibles, aburridos, escuetos. No falta la esposita embarazada que comente también su respectiva dosis de ñoñadas. Nononono, pudo ser mejor, definitivo. En fin, la neta la neta, si quieren pasar el rato, véanla, pero si quieren (como yo quería) ver una peli conmovedora y trascendente, busquen otra. Abur!!... Ah! Y rebienvenidos a este blog.
PD. A quien me la recomendó: No lo vaya a tomar a mal, nomás q estas pelis no son mi tipo; yo soy una colombófoga muy exigente (ajá! jajaja)