miércoles, 13 de julio de 2011

Mujer carcajada


Salimos del Carlos Lazo, apuradas para llegar a Historia de las culturas. Habíamos visto una película, de esas que durante muchas tardes acostumbramos mirar acompañadas. Nos urgía llegar a la clase porque no teníamos más cartuchos-faltas por quemar, así que abrió su sombrilla y me albergó debajo de ella; pero el trayecto entre la Facultad de Arquitectura a la Biblioteca Central fue cruel, pues la que era lluvia túpida pero inofensiva se convirtió en una enorme cubetada de agua que de un solo golpe nos empapó. Así que entramos al salón tarde, sin merecernos la asistencia, escurriendo la que para entonces ya era agua helada. Sin embargo, siempre que recuerdo ese momento, me alegra saber que aquella chica era  desde entonces mi compañera de viaje:
Ella es la mujer carcajada, la sincera, la aventurera, la intensa, la que complementa sabiamente con refranes de la abuela. No tengo claro cuándo comenzamos a esperarnos para salir juntas del salón, ni cómo decidíamos seguirnos los pasos a comprar un dulce o un cigarro, sólo sé que junto a ella descubrí los primeros resquicios de mi segundo hogar, e incluso, compartí en charlas , los primeros besos universitarios. Fue consuelo de mis desamores y oído para los problemas familiares. También fue compañera de desveladas y estudio. Y sin duda, de carcajadas y fiestas de la Universidad. Le debo un mejor amigo, una deliciosa torta de frijoles y plátano macho, una antología comentada de romances, muchas cervezas universitarias, el prodigio de sentir la piel de gallina al cantar un Goya tras la presentación de su coro, y desde luego, el orgullo de saberla mi amiga, mi verdadera amiga, que aunque durante algunos años nos mantuvimos lejos, el día de mi cumpleaños 26 (sí, ese de la botella de tequila en la cocina y del choque en Mixcoac), me recibió de vuelta con los brazos abiertos.
      Ahora ya pasaron 10 años desde aquellos tiempos, toda una década de confidencias y si hoy escribo no es nada más porque le debía estas letras, sino porque es hoy día de felicitarla, pues cumple años. Y yo, desde la poco usada mesa de mi nueva casa, le dedico las breves y pobres líneas anteriores en compensación por no poder darle un fuerte abrazo justo en este momento. 
      Allyn, qué bien se siente viajar contigo un cumpleaños más. ¡Te amo, amiga!