jueves, 30 de diciembre de 2010

De los Phills y de los Collins

La amistad es la ciencia de los hombres libres -Albert Camus

Difícil comenzar esta entrada sin la consabida mezcla de nostalgia, carcajada y esperanza; simplemente se trata de ella: Sonriente, amiguera, confidente, alegre, divertida, salvaguarda, decisiva, altiva, elegante, versátil, radiante, entusiasta, soñadora, ética, respetuosa, fumadora, fiestera, pata de perro, valiente, amorosa, paciente, dulce, gigante...
   La conocí entre otros diez que también se sentaban en aquellas mesas largas de la preparatoria. La recuerdo con admiración por ser la libertad andante (a mi entender adolescente, obvio no al de Fede). ¿Cómo fue exactamente que comenzó a crecer la confidencia? Lo desconozco. Sé que de pronto apareció. Nostálgicamente, recuerdo un sinfín de charlas de todo tipo: filosófico, pendejo, risueño, romántico, intelectual, travieso, planeador, soñador, dramático, triste, determinante... pláticas que nos llevaron a conocernos de muchas formas hasta llegar a la confianza y a la seguridad de estar, sin importar distancias o tiempos. Descubrí la certeza de la amistad sin prejuicios, aunada al sueño de conocerlo todo, y justo eso fue punto de partida para lo otro determinante. Empujada en gran medida por esas pláticas y sus vivencias comencé mi vida universitaria, en la que aun sin estar físicamente, estuvo. Compañera de viaje, como pocos en mi vida, ha navegado junto a mí, encargada de llevar las carcajadas a la mano, por si acaso se nos atraviesa la señora Bella con noticias de alerta o de alegría.
   Guardo un montón de recuerdos que crecieron como plaga este año sumándose a los anteriores,  los más de ellos encabezados con muchas carcajadas y boberías que no son más que la reiteración de esa esencia por la cual, sin decirlo, decidimos adoptarnos como hermanas. 
   El veinte y diez casi termina, y sería ingrato no hacerle una gran mención, por la simple razón de ser de mis pocos imprescindibles y corroborarlo juntas todo el año. Llegó a la invivible, pero insustituible cuando todavía no concluía 2009, con una maleta llena de razones para quedarse; no sé cómo haya resultado la suma, pero creo, sin temor a equivocarme, que aunque se vuelve, lleva consigo otro montón de nuevos y entusiastas motivos para partir.
   Mis letras resultan pocas para agradecerte, Dulce, no sólo los ratos de este año, sino también, los que hicieron desde los quince, que llegáramos hasta acá compartiendo tanta vida...
   Buen viaje, amiga... Luv ya!