miércoles, 15 de septiembre de 2010

Septiembre fraternal

Buen mes (quiero decir: excelente). Mientras los pambazos se cocinaban con la calidez y el entusiasmo de Mima, al ritmo de la guitarra y la voz de Huguito, me entraron unas ganas inmensas de llorar. Pensaba en qué habría sido de los Jota Ge si ese 15 de enero (ése sí, espeluznante) hubiera concluido de otra manera. Creo que, a estas fechas, ni siquiera me atrevería a despertar sin una lágrima de por medio. Perder a la gente que se ama, independientemente de todos los malos ratos, es lo peor. Tres dedos enumeran a aquellos por los que me duele el corazón. Cuento de dos: Bertha, la dama más dama de todas, que perfumaba todos los caminos con su aroma. Pequeña, delgada en extremo, con cabello alborotadamente elegante, labios rojos y zapatos de tacón breve: mi abuela, de quien tengo un ejemplo casi inalcanzable. Y Ricardo, joven astuto, guapo, irreverente, plagado de desfachatez y encanto, quien con treinta y tres velas encima, nos dio la sorpresa más triste de todos los tiempos, dejándonos pasmados y en silencio apabullante. Hasta hoy, todavía creo que anda por ahí sobre dos ruedas, con camisa a cuadros y el cabello despeinado. Por fortuna, el tercero del tercer dedo, todavía anda por ahí, alumbrando con sonrisas y palabras.
   En fin, pues he dicho "septiembre fraternal". Mis tres hermanos, dos de sangre, uno de palabra (primo casi hermano), festejan sus cumpleaños: 12, 14, 21. Es culpa de ellos mi tendencia hombruna que de vez en cuando aflora, mi lengua alburera y  mi sarcasmo. Y aquéllos dos de líneas arriba, estarían también comiendo rebanadas de pastel, festejando y cantando la canción del rey David. De modo que no podía dejar pasar tremendos acontecimientos sin mencionar un "¡Felicidades!" a los Jota Ge y al Nieto. 

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