miércoles, 8 de septiembre de 2010

Tin-tin-tín... (léase como el sonido de una copa golpeada con un tenedor)



La palabra germina, abre sus retoños por las calles del pueblo, 
Se pega a las ventanas, se cuela por las puertas. 
La palabra historia chapotea las tardes, y duerme la siesta de los muertos. 
La palabra no muere, es aliento, polvo, gemido, poema.
(No sé de quién es, pero, ¡ah qué bonito lo dicen mis alumnos!) 

Hacer todo a medias se ha vuelto mi especialidad. Que si tengo potencial; que si soy inteligente; que si hago o no bien; que si soy leal o no; que si la responsabilidad y todo lo que viene encima. Estoy un poco cansada de ser tan aprehensiva, nerviosita, groseramente exigente, estricta a la mitad. Me metí en camisa de once varas y lo ideal es sostenerse por todas las razones que yo elegí. Que si me arrepiento, que si no (la verdad sólo de algunas cosas... y vaya que sí), en general no pero, esta cabecita mía anda rebobinando en dirección contraria. La pregunta es "¿para qué?" y justo ahí está el problema. Me digo y me redigo: Mira, la cosa está así y luce bien, bastante bien. Sólo es cuestión de agarrar el ritmo; de retomarlo, quiero decir (aunque no lo diga).
     Particularmente hoy, aprendí que debo evaluar lo subjetivo bajo estándares objetivos... ¡vaya dilema! Me declaro incompetente: Ni mis padres ni mis maestros hicieron ejercicios para desarrollar esa competencia (yo con mi discurso escolar). Creo que la verdadera razón es que entré en pánico y cuando me sucede, prefiero dar marcha atrás y ahora, en estos momentos en que escribo y veo mis dedos adornados con plata, me advierto: ¡Peligro! ¡Estatuas de sal detrás de ti!... Sí, ya sé, lo ideal es caminar e ir hacia el frente (estúpida cultura occidental), pero qué pasaría si yo un día decido volver a ese "barrio" universitario, a las calles de la ciudad, a la violenta tranquilidad de un libro de Donceles, a los paseos subterráneos y a los elevados en segundos pisos... No estoy dudando, que quede claro. Doy mi palabra, aunque para alguno(s) quizá no tenga más valor... Quizá sea la crisis de los 28, de la edad nueva; la crisis por pensar que es un año nuevo y que desde varios días antes de iniciarlo comencé a hacer planes y a amarrarlos con un "sí" (por favor, no se ofendan los presentes, son los pensamientos insanos pero inofensivos de una despistada por naturaleza). 
     Pues bien, yo me propongo no poner un límite ni sentimental ni racional ni visceral; sopesar las circunstancias; proponerme más y ganarme todos los contratos que están en la puerta esperando;  no asomar lágrimas tristes;  gritar ahora mismo y hacer mis ejercicios de relajación; propongo nadar, caminar, carcajear, andar en bicis ajenas (que no pedalear las ajenas); elegir la palabra "valiente" como estandarte;  valorar para no olvidar;  no recriminarme ni recriminarte ni recriminarles; aprovechar lo que me llega, como toda buena oportunista con suerte; hacer valer mi palabra con hechos y no con conjeturas (aunque sea cacofónico, no importa).
     Feliz estoy de llegar a los veintiocho y no haber muerto ni de miedo ni de tristeza, sino de risa en infinidad de ocasiones, gracias a todos aquellos provocadores que han transitado por mi voz, mis ojos y mi corazón... Está de moda felicitarse así y yo soy impuntualmente chic, todos lo saben, así que a destiempo: ¡Felicidades yo!

2 comentarios:

El Gran Hutch dijo...

buena edad para cambiar estatutos y horóscopos, para que tu manantial mane amor sin miseria, para que te enfrentes al espejo que exige y pienses que estás linda y estés linda
casi no vale la pena desearte júbilosy lealtades
ya que te van a rodear como ángeles o veleros
es obvio y comprensible que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos y los
Ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de san antonio
y las cajas de fósforo
te consideren una de los suyos
si hace algún tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda a que hoy se afirme
tu bienaventuranza
de todos modos para ti no es novedad
que el mundo y yo te queremos de veras
pero yo siempre un poquito más que el mundo.

Jota Ge dijo...

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